Antes de empezar
Lo que me impulsó inicialmente a publicar este trabajo fue el descubrir una serie de mitos fundacionales latinoamericanos que presentan una lógica de tiempo histórico lineal que no corresponde al pensamiento cósmico aborigen; esos mitos reescritos por los evangelizadores se pierden como expresión de la estructura de valores correspondiente a nuestra dinámica cultural originaria; así, la memoria colectiva se ensombrece y el aprendizaje de lo propio se distorsiona. Nuestros aborígenes no alcanzaron a pasar de sus Mitos y ritos fundacionales y constitutivos a la representación teatral que, para Grecia por ejemplo, significa la crítica de lo bello a la apariencia social y denuncia de la incoherencia entre la dialéctica de la palabra y el hacer productivo. La guerra domina, la violencia asesina y el fanatismo doctrinario ancla el pensamiento, somete la voluntad y engaña la memoria donde quiera que se asienta.
En Grecia, la doctrina Aristotélica somete la base de la tragedia (mitos originarios y fundacionales) a una interpretación en la que aplica una linealidad de principio, medio y fin o catástrofe y entrega al pensamiento semítico, judaico y judeo-cristiano la dramaturgia que corresponde a su concepto de tiempo, con un Génesis (como principio) y un Apocalipsis (como fin o catástrofe), con un pueblo elegido y determinado (por un dios guerrero), con un redentor convertido en centro y unidad de medida del tiempo histórico.
Estos elementos exigen una relectura de los orígenes de la dramaturgia como de la lógica que la crea, lo que permite una ruptura teórica con “El Arte poética” y su constitucionalidad judeocristiana, pues una nueva lectura de los mitos nos coloca de frente con un tiempo mental cósmico libre de doctrinas y de la discriminación y arbitrariedad lineal que contiene el concepto de historia.
Por otra parte, observando que el actual cine colombiano que lucha por nacer contra todos los anticonceptivos del estado, como hijastro de la televisión parece viejo hoy al heredar la dramaturgia aristotélica de la telenovela.
Veo que se hace urgente aprender una dramaturgia cinematográfica correspondiente a la cosmogonía y a la lógica de nuestra dinámica cultural, que pueda revelarnos la manera de construir nuestros conflictos y lo que inventamos para solucionarlos o evadirlos.
La poca seriedad, rigor y tiempo de trabajo que se le da a la dramaturgia en las escuelas de formación del medio audiovisual, en nada contribuye a la titánica lucha de los interesados por crear una industria cinematográfica y una memoria cultural.
La dramaturgia que se expresa en el guión cinematográfico constituye la ingeniería de la construcción fílmica de la ficción, la crónica, el documental, el testimonio científico o cualquiera de los demás géneros que de todas maneras nos descubre una estructura de valores en conflicto y su ambivalencia poética para la expresión.
En este sentido, el guión que tiene como principio el acontecimiento aporta el concepto dramatúrgico en la revelación de la estructura de valores, en la perspectiva con la atmósfera y el ritmo como expresiones dinámicas del valor; en la tesis dramatúrgica con el carácter y temperamento de los personajes, en el entramado de las unidades dramáticas y, finalmente, en cada unidad expresiva del acto representado.
El guión no es simplemente una guía para la acción, las necesidades de la producción le exigen cada día al dramaturgo mayor responsabilidad artística y gran precisión narrativa.
Finalmente el interés de estimular a los nuevos guionistas para que se liberen de la expresión teatral y de “lo cinematográfico” (en el sentido en que lo aprecia Cristian Metz) y se apliquen a construir lo correspondiente a la expresión dramatúrgica del filme.
El Autor